La ansiedad, según la RAE, es el estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo. Se puede acompañar de síntomas físicos, como agitación en la respiración, sudoración, pero lo central es el pensamiento de preocupación, la inquietud. Los motivos de las preocupaciones pueden ser varios, como el futuro, la salud propia o de los familiares, la economía, el trabajo.
La persona con ansiedad tiende a una visión pesimista de las cosas, a una sobre preocupación, que genera un estado de alerta en el sujeto que le dificulta vivir. Muchos pacientes que sienten ansiedad dicen reconocer sus pensamientos y preocupaciones como una especie de obsesión.
Por otro lado, la angustia se siente en el cuerpo. Una serie de síntomas forman el cuadro de la angustia, sin que necesariamente haya asociada una idea que la provoque.
La ansiedad siempre va a aparecer frente a pensamientos negativos y catastrofistas. Podemos decir que la ansiedad es más psíquica.
Aunque a veces la ansiedad se puede tolerar mejor que la angustia por no presentar sintomatología física, sin embargo, un estado de ansiedad permanente puede llevar a la persona a la aparición de enfermedades psicosomáticas, como la enfermedad de Crohn, por ejemplo.
La angustia, por otro lado, aparece, muchas veces, en forma de ataque. Tal ataque puede aparecer asociado a la idea de muerte o de locura (la persona cree que va a morir o a volverse loca), y se acompaña de perturbaciones de una o más funciones físicas, tales como la respiración, la circulación, la inervación vasomotora o la actividad glandular. La persona, entonces, se queja de falta de aire, palpitaciones, sudores, y en sus lamentos deja con frecuencia sin mencionar la sensación de angustia o alude ligeramente a ella, calificándola de “malestar”.
Esta característica del ataque de angustia hace que muchas veces se confunda con una dolencia orgánica, y la persona rápidamente acuda a los servicios médicos de urgencia.
Sin embargo, que la angustia no tenga objeto, o no tenga idea a la que enlazarse, no quiere decir que no se produzca frente a algo, que no haya una situación psíquica que dispare su aparición. Concretamente hay algo de la situación en la que está el sujeto que le evoca esta reacción, solo que desconoce qué es.
Será en la labor con el psicoanalista donde podrá identificar por qué reacciona con angustia en esas situaciones, pudiendo elaborar psíquicamente los elementos que hay en juego en ellas.