El pasado 21 de julio de 2016 realizamos en Las Palmas, en el Colegio Oficial de la Psicología, una charla coloquio dentro del ciclo de Conferencias sobre Psicoanálisis titulada «La memoria. Por qué olvidamos».
La memoria es una función del aparato psíquico, que tiene una fisiología, unas partes del cerebro son las encargadas de retener y almacenar los recuerdos y los conocimientos, y otras de reproducirlos. Es una función compleja muy importante para el ser humano, porque es la que da significado a su vida. La memoria interviene en la mayoría de actos de la vida del sujeto.
¿Cuál fue la contribución que Sigmund Freud y el psicoanálisis hizo al estudio de la memoria? Freud, en un momento determinado del desarrollo de su investigación, empieza a interesarse por los fenómenos psíquicos normales, aquellos sucesos que nos pasan a todos. Es en este momento cuando empieza su interés por los sueños, los olvidos o el chiste. De aquí surgirán algunas de sus obras más importantes como son: “La interpretación de los sueños”, “Psicopatología de la vida cotidiana” o “El chiste y su relación con lo inconsciente”. Freud, más adelante, dirá que estudia la neurosis para llegar al conocimiento del funcionamiento psíquico del hombre sano, o del hombre medianamente sano, ya que también dice en otro momento de su obra, que todos somos neuróticos.
EL OLVIDO
Dentro de su interés en los fenómenos psíquicos normales está el olvido. Con lo cual Freud estudia la función psíquica de la memoria partiendo de uno de los principales efectos de la memoria, el olvido.
Hasta ese momento la psicología explicaba el fenómeno del olvido como si el olvido un fallo de la memoria. Sin embargo, Freud viene a traer un descubrimiento totalmente novedoso y es que no es un fallo de la memoria, ya que el olvido tiene un propósito, una intención.
Freud en su extensa obra sobre este tema nos trae innumerables ejemplos en los que los olvidos están motivados por cuestiones psíquicas. Así, comenta, el olvido de propósitos o intenciones como un tipo de olvidos motivados, gran parte de las ocasiones, por motivaciones psíquicas contrarias al propósito, o por oscuros motivos. Por ejemplo, olvidar la cita que tengo con un médico, cuando intuyo que lo que me va a comunicar no es nada agradable, estaría dentro del orden de estos olvidos. Aunque en mi voluntad consciente está la intención de ir a la cita con el médico, el deseo inconsciente real no debe de estar tan de acuerdo con este propósito, y se vale del olvido para llegar hasta mi conciencia, haciendo exactamente lo contrario a lo que aquella quiere, es decir no acudiendo a la cita. Además es curioso porque cuando ocurren este tipo de olvidos, el recuerdo de la cita olvidada acude cuando ya está pasado el tiempo y ya no se puede hacer nada por recuperarla, o cuando la amable secretaria del consultorio me recuerda al día siguiente la cita olvidada. El olvido cuida todos los detalles para conseguir su propósito.
Con lo cual Freud vino a poner luz sobre un fenómeno normal, no patológico, que a todos nos ocurre y que además relacionó con la vida del sujeto. En el olvido el sujeto está implicado. Podríamos preguntarnos qué quiere olvidar el sujeto con este olvido, de qué no quiere hacerse cargo, con qué deseo está relacionado,…
En otras ocasiones el olvido se produce no estando tan clara la intención que lo produjo. Por ejemplo, ese otro caso de olvidos habituales como son los olvidos de nombres propios, o lo que se conoce como el fenómeno de «en la punta de la lengua». El olvido se produce cuando al querer reproducir el nombre de alguna persona o de algún lugar en particular nos vemos que somos incapaces de acceder al recuerdo. Este hecho nos suele provocar impotencia, estando seguros de que conocemos a la perfección el nombre que queremos reproducir. En muchas ocasiones después del olvido, viene a nuestra mente el recuerdo de otros nombres parecidos al buscado, pero que de inmediato descartamos como verdaderos, produciéndonos una sensación de displacer. El recuerdo del nombre olvidado, a menos que nos ayudemos del exterior, termina sobreviniendo, pero al tiempo, cuando ya no nos es necesario. Freud demostró que también en ese tipo de olvidos había un motivo psíquico, y el motivo era el deseo de olvidar otro recuerdo, muy distinto del nombre olvidado, pero que se hallaba en conexión asociativa con dicho nombre, o sea que el recuerdo de dicho nombre, me hubiera, posiblemente, llevado al recuerdo que mi aparato psíquico quería olvidar, de manera que con el olvido, mi volición erró su blanco, y olvidé lo uno contra mi voluntad, mientras quería con toda mi intención olvidar lo otro. La repugnancia a recordar se refería a un objeto, y la incapacidad de recordar surgía con respecto a otro.
De esta manera los nombres sustitutivos que aparecen no son ya tan injustificados, y aluden tanto a lo que quería olvidar como a lo que quería recordar, mostrando de esta manera que la intención de olvidar algo no ha triunfado por completo ni tampoco ha fracasado en absoluto.
Detrás del olvido de nombres propios estaría el motivo de la represión.
LA MEMORIA
Nuestros recuerdos, lo que recordamos, están sometidos a cualquier tipo de influencia, exterior e interior.
La memoria es selectiva, está influenciada no por los sucesos acontecidos, sino por los afectos, los conflictos, la situación psíquica del sujeto, los prejuicios,…Escuchando a dos personas cambiar sus recuerdos de impresiones recibidas conjuntamente del exterior, por ejemplo, de las correspondientes a un viaje hecho en compañía, se verá que cada una ha recordado episodios diferentes del viaje, y que mucho de aquello que ha permanecido fijo en la memoria de una, ha sido olvidado por la otra. O por ejemplo, después de una ruptura amorosa, se suele recordar lo malo del otro, olvidando totalmente las cosas buenas que el otro tenía. Después, pasado un tiempo, donde la ruptura se ha superado algo más, los recuerdos positivos empiezan a aparecer.
Es indudable que una gran cantidad de los factores que determinan la selección verificada por la memoria escapa a nuestro conocimiento.
LOS RECUERDOS
Podemos decir que los recuerdos más tempranos que se tienen son los recuerdos infantiles, entre los 2 y 4 años, pero no es hasta los 6, 8 o incluso 10 años donde se da una concatenación coherente de recuerdos, una reproducción mnémica de la vida. Los recuerdos de los primeros años infantiles son fragmentarios.
Una característica de los recuerdos, a partir de los diez años, y que caracteriza la forma de recordar de los adultos, es que se establece una relación constante entre la importancia psíquica de un suceso y su adherencia a la memoria. Conservamos todo lo que nos parece importante y olvidamos lo que suponemos nimio.
Sin embargo, los primeros recuerdos infantiles no siguen esta regla. Y así sucesos que conmovieron especialmente al sujeto infantil, no son recordados, pero sí cosas sin importancia e indiferentes. Freud descubrió, que estos primeros recuerdos infantiles son en realidad recuerdos encubridores, es decir, recuerdos que no deben su valor mnémico al propio contenido, sino a la relación del mismo con otro contenido reprimido. Es decir, ese recuerdo se conserva con esa especial intensidad no por el propio contenido en sí, si no por asociación a otros recuerdos importantes que fueron reprimidos. Esto no quiere decir que fueran olvidados, sino reprimidos. Si son reprimidos siguen estando en el aparato psíquico. En los análisis de sujetos neuróticos se llega, a partir de estos recuerdos encubridores, a los verdaderos recuerdos reprimidos.
Freud llega a decir que todos los recuerdos infantiles son recuerdos encubridores.
Esta es la forma que tenemos de recordar. De alguna manera también podríamos decir que todos los recuerdos que tenemos son recuerdos encubridores, en el sentido, de lo que hablábamos antes de la memoria, que es selectiva y no recuerda más que aquello que le interesa, en ocasiones, por ejemplo, para satisfacer tendencias reprimidas que tiene el sujeto. Por ejemplo, alguien sobre el que siento una especial envidia que despierta mi ira, envidia reprimida, de la que no soy consciente, me hace una pequeña trastada, como por ejemplo, quedar un día con ella y que se olvide de la cita. Posteriormente mi recuerdo, queriendo incluir esas tendencias inconscientes reprimidas, engrandecerá los hechos, como lo más terrible realizado contra mí, añadiendo nuevos aspectos y exagerando otros. Ese recuerdo que perdura en mí, realmente vino a satisfacer esas tendencias reprimidas, que se valieron del recuerdo para satisfacerse. Quiero decir con esto que la memoria no es fiel y es engañosa, y que todas las falsedades del recuerdo tienen un carácter tendencioso.
Pero entonces ¿son verdaderos los recuerdos? Los recuerdos son una cosa, y lo que ocurrió es otra. Es como el sueño soñado y el sueño contado. Una cosa es lo que el sujeto soñó y otra lo que contó. Cuando uno cuenta un sueño o un recuerdo hay una elaboración por parte del soñante para darle un sentido. Lo que interesa al psicoanálisis no es lo que pasó realmente, no es lo que soñó, sino lo que recuerdas, el sueño contado. Si por ejemplo, tú recuerdas que tu padre de pequeña quiso abusar de ti, eso es lo que interesa al psicoanálisis, no si paso o no pasó. O por ejemplo, recordar que de pequeña tus padres no te querían. Ese recuerdo va a hacer que tú tengas una relación determinada con tus padres, cuando ese recuerdo es un recuerdo encubridor, porque nunca un recuerdo es lo que ocurrió. Los recuerdos existen pero no pueden condicionar la vida del sujeto, porque están influenciados por muchas circunstancias externas e internas. En los recuerdos están en juego los deseos inconscientes, como en el sueño, y a través del recuerdo, esos deseos se manifiestan pero de una manera disfrazada, sin que yo sea capaz de darme cuenta del deseo que hay en juego.
Habrá recuerdos que hayan ocurridos y otros que no. Un deseo por ejemplo de grandeza puede llevarme a tener un recuerdo donde fui superior a un compañero de colegio cuando, por ejemplo, le gané en una carrera de velocidad, situación que este compañero, y otros, recuerdan que no fue así, habiendo yo quedado segundo, detrás de este compañero. También el olvido entra en juego, y puedo olvidar aquellos hechos que ocurrieron que me fueron desagradables.
Pero lo importante es lo que el sujeto recuerda, no lo que ocurrió. Porque el sujeto hace su vida según los recuerdos que tenga, no según la realidad. El sujeto no va a la realidad cuando tiene un recuerdo para ver si fue así o no. Le da credibilidad a lo que recuerda. Y si va a la realidad a comprobar, se encontrará, en muchas ocasiones, que lo recordado no coincide con lo que sucedió, o por lo menos, con lo que otros recuerdan que sucedió.
MUCHAS GRACIAS
Psicoanálisis en Las Palmas