Es una pregunta que quizás nos hayamos hecho alguna vez, y que muchos científicos y estudiosos se preguntan a menudo, para qué sirven los sueños.
Cuando uno se acerca al estudio de los sueños, encuentra muy poca información científica sobre el fenómeno onírico, y mucha información sobre la fisiología del dormir. Pero, ¿y el sueño? ¿tiene algún sentido?
Todas las noches tenemos una media de entre cuatro y cinco sueños. Al momento de despertarnos, solemos recordar el contenido de algunos de ellos, pero si no hacemos un ejercicio de retención acabarán por desaparecer de nuestra memoria.
Sigmund Freud, el padre del Psicoanálisis, y el descubridor del inconsciente, se hacía la pregunta de cómo los sueños, siendo un fenómeno tan habitual y común para los hombres, había recibido tan poca atención por el mundo científico.
Cuando él se propone la ardua tarea de investigar sobre este fenómeno, encuentra muy poco saber que provenga de la ciencia, y sin embargo, mucha información en otras vías de conocimiento, como el saber popular, la poesía, la filosofía.
Freud era un avezado lector de poesía, y es en la poesía donde descubre importantes conocimientos sobre el fenómeno onírico.
En 1900 publica su libro La interpretación de los sueños. En este libro expone la teoría donde explica, en profundidad, este fenómeno.
El interés de Freud por el estudio de los sueños proviene de su interés por el aparato psíquico humano, que ya presentía, era más complejo del aparato psíquico que en las últimas décadas del S. XIX se vislumbraba. Freud estudia los sueños porque “soñar, soñamos todos, y lo que pueda generalizar del estudio de los sueños, podrá generalizarse sobre todos los hombres, sin excepción”.
La teoría de Freud concibe el fenómeno onírico como un completo acto psíquico, que tiene mucha importancia en la vida psíquica del sujeto. Para Freud el sueño tiene un sentido, y ese sentido es que es una realización de deseos. Durante el sueño se realizan los deseos más recónditos del ser humano, del que nada sabe, deseos inconscientes, y esa es una de las funciones del sueño. Deseos reprimidos, inconscientes, sexuales e infantiles. Todos los sueños son una realización de un deseo de este tipo, y la forma manifiesta que toma el sueño, el sueño contado o sueño manifiesto, no es más que el efecto de la actuación de las fuerzas deformadoras que disfrazan el deseo inconsciente para que pueda llegar a la conciencia. Esta es una de las razones de por qué el contenido de los sueños es, frecuentemente, ilógico y absurdo. El trabajo real del sueño se encarga de deformar todo lo que tiene que ver con nuestros deseos, para que de ellos nada sepamos.
Freud, también Lacan, y Miguel Oscar Menassa, director de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, hablan de un sujeto dividido, no de un individuo, sino de un dividuo, que se puede dividir, en consciente e inconsciente.
Las nuevas investigaciones sobre los sueños siguen tratando de encontrar una fisiología del soñar. Ya dieron con la fisiología del dormir, e insisten en el fenómeno onírico. Sin embargo, siendo tan biologicistas, se están perdiendo la información y el conocimiento que el mundo de los sueños nos da.
Cuando un problema no encuentra solución, no hay que cambiar de problema, hay que mirarlo desde otro ángulo. Y eso es lo que Freud hizo en su época, y que sus seguidores y discípulos continúan haciendo.
Sin embargo, la ciencia continúa queriendo mirar desde el mismo lado, encontrándose siempre con paredes que le impiden ver. Ya Freud nos explicaba que la expresión popular “no me lo hubiera imaginado ni en sueños”, transcribe la esencia de los mismos, que el sueño es una realización de deseos, como si el saber popular intuyera su significado oculto.