Conferencia impartida a alumnos del Certificado de Profesionalidad «Atención Sociosanitaria a personas dependientes en instituciones»
El mal que más nos pone los pelos de punta, la muerte, no va nada con nosotros, justamente porque cuando existimos, no está presente, y cuando está presente, entonces nosotros no existimos. Por tanto, la muerte no tiene nada que ver ni con los vivos, ni con los muertos.
No tiene nada que ver con nosotros, porque todo bien o todo mal radica en la sensación, y la muerte es la privación de la sensación. Esta idea hace gozosa la mortalidad de la vida, no porque añada un tiempo finito, sino porque quita las ansias de inmortalidad.
No hay nada terrible en el hecho de vivir para quien ha comprendido, auténticamente, que no acontece nada terrible en el hecho de no vivir.
Por otro lado, el común de las personas, unas veces huyen de la muerte por considerarla la más grande calamidad, y otras veces la añoran como solución a las calamidades de la vida.
El sabio ni rehúsa vivir, ni teme no vivir, pues no le ofende el vivir, y no se imagina que es un mal el no vivir. Y de la misma manera que de la comida no prefiere, en absoluto, la más abundante sino la más apetitosa, así también disfruta del tiempo, no del más largo sino del más agradable.
El gozo es el fin primordial, nos referimos al no sufrir en el cuerpo ni estar perturbados en la mente.
La muerte propia es inimaginable y, cuantas veces lo intentemos no dejaremos de constatar que, sólo somos en ella meros espectadores. Es por esto que podemos decir que nadie cree en su propia muerte, es decir, que en lo inconsciente todos estamos convencidos de nuestra inmortalidad.
En cuanto a la de otros no dejamos de transformarla en algo azaroso, rebajándola de una categoría de necesidad estructural a la de simple azar. Para ello acentuamos su motivación causal: el accidente, la enfermedad, la infección, la ancianidad, los maltratos, las ausencias.
Incluso ante el muerto adoptamos una actitud singular, como de admiración a alguien que ha llevado a cabo algo muy difícil. Llegamos a decir respecto a un suicida que no sabemos si ha sido un acto cobarde o valiente, pues queda eximido de toda crítica, y le perdonamos, eventualmente, todas sus culpas. La consideración del muerto es tal que llega a ponerse por encima de la consideración del vivo.
La tendencia a excluir la muerte de la cuenta de la vida trae consigo otras muchas renuncias y exclusiones. Lo perecedero, lo efímero, instala la función de lo bello. Admiramos la belleza de una flor porque sabemos que se va a marchitar. La vida solo es interesante en presencia de la muerte, por eso las guerras convocan a los muertos y la vida recibe su pleno sentido, se hace interesante. Se instala la función de lo bello.
Solo cuando sabemos que vamos a morir, vivimos la vida a tope. Si nos dijeran que nos quedan meses de vida actuaríamos y haríamos cosas diferentes, que cuando no sabemos cuándo moriremos. O sea que la certeza hace que la vida sea bella, ya que si no, vivimos como si nunca fuéramos a morir, como si nunca esa situación mala económica fuera a pasar, como si nunca ese dolor o enfermedad física desapareciese.
El miedo a morir que nos domina más frecuentemente de lo que admitimos, es algo secundario, procedente, casi siempre, del sentimiento de culpabilidad.
Por otro lado, aceptamos la muerte de un extraño o un enemigo sin escrúpulos.
Tener en cuenta esta verdad nos hace de nuevo más soportable la vida. Soportar la vida es, y será siempre, el deber primero de todos los vivientes, de ahí el dicho, “no hay mal que cien años dure”.
Si quieres soportar la vida prepárate para la muerte.
Por eso a última hora, cerca del final, y cuando se es mortal, la vida ES MÁS BELLA
Dentro de la medicina hay un concepto que explica como el fenómeno de la destrucción o muerte es necesario para la vida. Este concepto es la APOPTOSIS que es la destrucción celular programada y provocada por ella misma, con el fin de autocontrolar su desarrollo y crecimiento. Tiene una función muy importante en los organismos, pues hace posible la destrucción de las células dañadas, evitando la aparición de enfermedades como el cáncer. Es decir, la destrucción, el final, forma parte de la vida.
El psicoanálisis sostiene que la muerte es siempre un hecho psíquico.
Texto trabajado: «Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte» Obras Completas de Sigmund Freud (1915)