Las vacaciones son un tiempo esperado por todos, sin embargo, muchas veces se pueden volver conflictivas.
Hay estadísticas que indican que el número de divorcios después de las vacaciones se dispara.
¿Por qué ocurre esto?
En la mayoría de artículos de psicología encontramos que la principal causa del aumento de divorcios después de las vacaciones es por el mayor tiempo que las parejas pasan juntas. Durante el año y con las responsabilidades laborales, familiares y sociales, las ocasiones de compartir no son las deseadas, y frente a esta situación la pareja se pone el propósito de pasar el mayor tiempo con el otro durante las vacaciones.
Sin embargo, este propósito puede convertirse en una mala decisión. A veces las parejas funcionan porque pasan poco tiempo juntas, y desde que tienen la oportunidad de compartir más tiempo, aparecen los problemas.
¿Son por esa razón parejas disfuncionales? Hemos de decir que no, ya que durante el año han conseguido una organización y una convivencia que las hace funcionar.
Entonces ¿dónde está el problema?
En primer lugar, hemos de decir que la idea del amor romántico, en Psicoanálisis diríamos del amor a la madre, es una idea de amor de exclusividad, de pertenencia al otro, de absoluta entrega. Cuando los miembros de la pareja tienen esta idea del amor van a pensar que todo el tiempo libre que tengan ha de pasarlo en común, ya que si el destino ha decidido “unir sus almas” es porque han de acoplarse totalmente el uno al otro. Durante el año, en periodo no vacacional, llevar adelante este propósito se hace complicado, por las mil responsabilidades que todos tenemos. Ocurre a veces que estas crisis que se producen durante las vacaciones, también les ocurren los fines de semana, y respondería a las mismas razones.
Cuando llega el periodo estival y las tan merecidas vacaciones, estas parejas pueden intentar acoplar su relación a esa idea, infantil por cierto, de las relaciones, forzando al otro y forzándose a uno mismo a compartir todo el tiempo.
Pero las parejas también necesitan darse un tiempo de descanso, es por ello que organizar planes por separado y en común puede ser una buena combinación para evitar disgustos veraniegos.
Permitir y permitirse hacer aquellos planes que nos gustan sin forzar al otro a que nos acompañe, es un signo de salud; y, por ende, renunciar a lo que nos gusta solo porque al otro le disguste, puede hacer que no disfrutemos de nuestras tan esperadas y merecidas vacaciones.
Pino Lorenzo, psicoterapeuta de parejas