Cuando nos acercamos al conocimiento de un concepto nuevo, como el concepto de inconsciente, nos acercamos desde la teoría que impera hoy en día en nuestra forma de conocer el mundo, es decir, a través de nuestra conciencia, de nuestros sentidos. Intentamos explicar, o comprender, este concepto teórico desde ese lugar que me permita darle una localización, una descripción o una definición.
Pero las propiedades de este objeto de estudio de la ciencia psicoanalítica, no nos permite acercarnos a él desde una ideología empirista.
El inconsciente no existe si no es producido, es decir, hay que hacer un trabajo para poder producirlo. No está ahí, oculto, esperando a que un psicoanalista venga y lo saque a la luz. No es de este orden, es algo que no está y para que exista requiere de un trabajo, especializado.
La comparación que se nos muestra más fácil para explicar qué es el inconsciente es con la producción del objeto mesa. El objeto mesa no existe antes de haber aplicado un trabajo, especializado, sobre una materia prima, la madera. La madera no es la mesa, y el solo trabajo especializado, y las herramientas de trabajo, tampoco. La madera junto con los instrumentos o herramientas y el trabajo, producen la mesa. Pero la mesa, esa mesa, no existía, tengo que producirla cada vez que quiero una mesa nueva.
Utilizando esta comparación, diremos que el inconsciente no existe, hay que producirlo, y hay que producirlo cada vez. No hay que develarlo, o descubrirlo, como describen algunas desviaciones de la Teoría psicoanalítica, hay que producirlo. Y ¿cómo producimos el inconsciente de fulano de tal, por ejemplo? Pues a partir de una materia prima, el discurso hablado, un trabajo especializado sobre ese discurso hablado, el trabajo del psicoanalista, y con los instrumentos propios de ese trabajo especializado, la escucha, la transferencia y la interpretación. Con todo esto, el inconsciente de fulano de tal puede ser producido. En cada acto, en cada encuentro del psicoanalista con el paciente, el inconsciente puede ser producido
Así, el trabajo del psicoanalista, es un trabajo que requiere de unos requisitos como son que el paciente hable, sobre su vida, sobre sus ilusiones, sobre su pasado, sobre lo que quiera, para mediante la aplicación de los instrumentos, y el trabajo del psicoanalista, se produzca el efecto de ese trabajo, el inconsciente.
Y ¿para qué me sirve producir el inconsciente? O ¿por qué razón produzco el inconsciente? Pues para conocerme y transformarme. No existe otra forma de autoconocimiento y autotransformación. Si tenemos en cuenta que lo que determina nuestra personalidad, nuestros deseos, nuestras formas de relacinarnos, nuestros sueños, son aspectos inconscientes de los cuales no tenemos ningún conocimiento ni control, a lo mejor entonces, ya no nos parece tan absurdo querer producir aquellos aspectos inconscientes, que desconozco pero que determinan mi vida.
E igual que la mesa ya producida puedo usarla cuantas veces quiera, la interpretación realizada ya es mía, es autoconocimiento, que luego puede convertirse en autotransformación.
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