El enamoramiento es un estado transitorio por el que pasamos cuando nos sentimos atraídos, sexual y sentimentalmente, hacia alguien, hacia el que sentimos una corriente de simpatía y atracción más allá de lo habitual. Durante el enamoramiento el sujeto cambia sus hábitos de vida, su estado de ánimo, y su interés por las cosas se ve reducido a todo aquello que tenga que ver con el objeto amado.
Pero ¿cuáles son las características de este peculiar estado? Durante el enamoramiento estamos bajo el influjo de los siguientes aspectos:
- Superestimación del objeto amado: el objeto amado queda sustraído de toda crítica, siendo valoradas todas sus cualidades más que cuando aún no era amado, o que las de personas indiferentes
- Tendencia a la idealización del objeto amado: no solo ensalzamos sus virtudes, sino que, además, le atribuimos unas cualidades que no tiene. En Psicoanálisis decimos que se coloca al objeto amado en el lugar del ideal del yo, modelo al que el sujeto intenta parecerse, es decir, le atribuimos todas aquellas virtudes que como sujetos quisiéramos alcanzar, y que no hemos alcanzado. Amamos al objeto a causa de las perfecciones a las que aspiramos para nuestro propio yo y que quisiéramos, ahora, procurarnos por este rodeo que es el enamoramiento
- En todo enamoramiento hallamos rasgos de humildad del enamorado, y la tendencia a la propia minoración o disminución del amor propio. El enamorado se siente humilde ante el objeto amoroso. Humildad que es de fachada, ya que acabamos de decir que este proceso está realmente encubriendo un ensalzamiento del yo, del narcisismo del sujeto.
Cuando el amor es platónico, es decir, no correspondido por el objeto amado, estas características van a intensificarse, ya que en el amor correspondido, cada satisfacción sexual es seguida de una disminución de la superestimación del objeto.
Esto produce lo que se denomina la ceguera amorosa, pudiendo llegar el sujeto a realizar actos que en otros estados no realizaría.