El teléfono móvil ha dejado de ser, exclusivamente un teléfono, para pasar a ser un instrumento con múltiples funciones. Educar en su uso es fundamental para preservar la intimidad de nuestros hijos e hijas.
La semana pasada se colaba por nuestros televisores una noticia que no nos dejaba indiferentes. Dos menores canarios de 16 años, colgaban en una red social un video en el que realizaban el acto sexual. Publicado por los propios menores, corrió por internet y por la telefonía móvil como la pólvora. Al finalizar el día era uno de los contenidos más vistos en la red. Ante la denuncia interpuesta fue retirado, clausurando la cuenta de la menor.
Ante esta situación nos hacemos varias preguntas: ¿qué le pasa a un/a menor para que comparta un video de ese tipo? ¿cómo puede un padre o una madre preservar la intimidad de su hijo/a?
Antes que nada hemos de hablar del concepto de intimidad. La intimidad o lo íntimo aparece cuando sabemos que hay otros que nos pueden mirar. Ahí surge, entonces, el celo por salvaguardar lo que se siente como una posesión, que toma valor justo en el momento en que creo que algo de lo mío es interesante para el que mira o escucha. Cuando siento placer en mostrar lo íntimo hablamos de exhibicionismo. Estos adolescentes muestran sin pudor su intimidad, exhibiendo una escena íntima, la relación sexual, que por ser de las más valoradas, suele ser guardada con celo. ¿Pero qué les pasa por la cabeza para querer exhibirlo?
Hubo una época en nuestra infantil historia en la que fuimos vistos desnudos tanto por familiares como por personas desconocidas, sin que ello nos causara vergüenza alguna. Es más, aún en periodos avanzados de la infancia, la propia desnudez actúa sobre muchos niños como excitante. En lugar de avergonzarse, ríen a carcajadas, corren por la habitación o se dan palmadas en el cuerpo, hasta que su madre o su padre, les llama la atención tachándoles de desvergonzados. Los niños muestran con frecuencia veleidad exhibicionista.
Sin embargo, cuando esto se muestra en la adultez, podemos decir que este impulso infantil ha pasado a la categoría de obsesión, pasando a denominar a estas personas como exhibicionistas, dentro de la categoría de la perversión.
En el caso que nos trae aquí esta exhibición se muestra en internet, donde el alcance de lo mostrado es incalculable. Internet es un escaparate para estas personas que lo que quieren es exhibirse, bien por el placer que ello les ofrece, bien por conseguir cotas de popularidad entre sus compañeros o amigos, que no deja de ser otra manera de mostrarse.
Cuando damos o regalamos un movil a nuestros hijos hemos de educarles en su uso, ya que ha dejado de ser solo un teléfono para convertirse en un instrumento de comunicación, de relación, de obtención de imágenes. Las posibilidades que el móvil les ofrece puede llevarnos como padres a descontrolar aspectos como la intimidad de nuestros hijos, a desconocer las personas con las que se relacionan o a saber qué contenidos visita sin nuestra supervisión. También por otro lado, es necesario supervisar su uso. Cuando son más pequeños se pueden poner horarios. Cuando son más adolescentes hay que hablar con ellos, conocer a sus amigos de las redes, ver las imágenes que guardan en su sus móviles y las que comparten . En definitiva, saber cómo se relaciona nuestro hijo con el mundo a través de este instrumento.
La comunicación es la base de toda relación de confianza y, cuando de nuestros hijos se trata, lo mejor es hablar.