Entrevista en Radio Las Palmas en el programa Buenos días Gran Canaria
Primero, lo más básico Pino, ¿qué entendemos por una relación tóxica? ¿Cuáles son los signos más evidentes de que estamos ante una dinámica de este tipo?
El término «tóxico» inicialmente se utilizó para referirse a las relaciones de pareja, pero luego se extendió a otro tipo de relación, como de familia o de amistad.
Se utiliza este término para designar aquellas relaciones en las que existe una fuerte dependencia entre sus miembros, y pese a que hace sufrir a sus integrantes, estos no la pueden abandonar.
El sufrimiento continuado sería un claro signo de que estamos ante una relación tóxica. 
Muchas veces se habla de toxicidad como algo que ‘el otro’ hace, pero ¿qué tanto influyen nuestras propias actitudes en perpetuar o incluso generar estas dinámicas?
Efectivamente, la relación es una cosa de dos, y a menos que se trate de niños, en adultos hay una voluntad, aunque sea inconsciente, para permanecer en esa relación.
A veces hay personas que esperan del otro, inconscientemente, que las defraude, que las maltrate, que las desprecie y, de alguna manera, como digo, inconscientemente, buscan a esa persona que cumpla esa función. Es difícil salir de ahí si uno no  se psicoanaliza, ya que solemos pensar que la culpa es del otro.
¿Hay algún perfil psicológico más propenso a caer en este tipo de relaciones? Es decir, ¿hay personas más vulnerables o predispuestas a relacionarse desde la toxicidad?
Sí, podríamos decir que hay como una predisposición psíquica a ocupar ese lugar en la relación. Pensemos en la relación sado-masoquista, pero a nivel moral, no físico. Para que exista un sádico tiene que haber un masoquista; si no, esa relación no se mantiene, o por lo menos, no se mantiene tanto tiempo.
Lo normal sería que si alguien te trata mal, te alejaras y punto. Pero lo que vemos es que esto no sucede así y la persona se mantiene en relaciones desgraciadas.
Pino, ¿por qué crees que a veces nos cuesta tanto romper con una relación tóxica, incluso cuando sabemos que nos está haciendo daño?
Porque, como decía, son posiciones psíquicas de las que cuesta salir, y a veces uno no puede salir solo. La persona sabe que sufre, que no le hace bien esa relación, pero se mantiene en ella.
Eso ocurre porque, seguramente, esa relación a nivel inconsciente, está cumpliendo alguna función para ese sujeto y eso es lo que hay que analizar.
Cuando hablamos de relaciones familiares, la cosa se complica aún más, porque no es tan fácil ‘alejarse’. ¿Qué caracteriza a las relaciones tóxicas dentro de la familia?
Pues sí, se complica en el sentido de que los lazos familiares son mayores, tienen más historia, y romper una relación puede ser más difícil. 
En los casos de familia suele requerir psicoanálisis para ayudar a esa persona, no necesariamente a romper con esa relación que le hace daño, pero sí a situarla psíquicamente frente a ella de una manera saludable, cambiar la forma de relacionarse, podríamos decir. 
Pongamos un ejemplo. Si yo me relaciono con mi madre como si tuviera cinco años, todo lo que provenga de ella lo voy a recibir como un niño de esa edad. Sin embargo, si yo analizo esa posición, esa relación puede convertirse en lo que es, una relación entre dos adultos.
A veces se oye decir: es que mi madre, mi hermano, mi padre me tratan como si fuera un niño. Y puede ser, pero es uno el que también se pone en esa posición. Cambiando de posición, cambia la relación.
¿Qué impacto tienen estas dinámicas familiares en nuestra salud mental?
Más que esas dinámicas familiares yo diría esa posición psíquica que uno ocupa en su familia. Y tiene un impacto en la salud mental enorme, ya que uno va arrastrando como una cosa del pasado de la que le es muy difícil salir.
Hay que hacer un trabajo psíquico para salir de ahí.
Y ¿por qué es tan difícil salir de estos vínculos? ¿Hay algo inconsciente que nos ancla a ellos?
Sí, claro, los vínculos son inconscientes y precisamente porque no sabemos nada de ellos, es que tenemos que atenderlos, porque si no, manejan nuestra vida a su antojo.
Hablemos ahora de soluciones: ¿cómo podemos poner límites a estas relaciones tóxicas, especialmente cuando se trata de personas tan cercanas como familiares?
A veces el límite es psicoanalizarse para poder entender qué le pasa a uno en esa relación. Por ejemplo, cada vez que voy a ver a mi madre a su casa, cuando salgo, lo hago con la moral por los suelos. Desde la conciencia puedo pensar: es mi madre la tóxica, no voy a ir a verla más.
Pero a nivel más profundo pueden estar pasando otras cosas en esa persona que es necesario analizar.
Por último, ¿qué mensaje te gustaría darles a nuestros oyentes que puedan estar lidiando con relaciones tóxicas, ya sean de pareja, de amistad o familiares?
Que las relaciones han de ser una fuente de satisfacción y no de sufrimiento.