La memoria es una función del aparato psíquico que permite al ser humano adquirir información, almacenarla y recuperarla cuando es necesario. Es una función vital para el ser humano, ya que es la base del aprendizaje. Todo lo que sabemos, exceptuando algunos instintos con los que venimos al mundo, lo hemos aprendido. Para el aprendizaje es fundamental la memoria.
Una de las clasificaciones más utilizadas de la memoria es la que distingue tres tipos en función del tiempo que la información permanece en el aparato, las conocidas Memoria a Corto, Medio y Largo Plazo.
Pero nosotros vamos a acercarnos al tema de la memoria, no desde un punto de vista fisiológico, ni estructural, sino desde uno de sus principales efectos, el Olvido.
Podemos definir el olvido como la imposibilidad de acceder a una información previamente almacenada, teniendo que recurrir a ayudas externas para recuperarla.
La Psicología explica este fenómeno como un fallo de la memoria, argumentando diferentes motivaciones en su origen, como son un fallo de la atención, estrés, etc.
Sin embargo, el olvido no es un fallo de la memoria, por lo menos algunos tipos de olvido. El olvido tiene un propósito, un sentido. Y ¿cuál es ese sentido? Entre ellos se encuentran:
1º Evitar el recuerdo, por asociación, de algo desagradable para el sujeto. El sujeto olvida algo contra su voluntad, un nombre propio, por ejemplo, o el nombre de una calle, mientras quiere olvidar, con toda su intención, lo otro. De esta manera el olvido consigue su objetivo.
2º Olvidar un propósito o una cita, porque la intención inconsciente es contraria a la intención consciente, que es ir a la cita o cumplir con el propósito
3º Olvidar un recuerdo, que ha sido traumático para el sujeto, por no querer enfrentarse, nuevamente, a la situación traumática.
Teniendo en cuenta estos aspectos el olvido no es ya un error de memoria, sino un acierto.